Las decepcionantes actuaciones de Brasil en los dos primeros partidos del Mundial están generando cuestionamientos sobre el acierto de la estrategia de preparación del equipo para materializar el sueño de alzarse en casa con el hexacampeonato.
Muchos analistas que siguen el trabajo comandado por Luiz Felipe Scolari reprochan, entre otras cosas, la opción de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) de elegir la ciudad serrana de Teresópolis como el hogar de la selección nacional durante la cita.
Además, cuestionan la baja de intensidad en las prácticas y la falta de entrenamientos tácticos para ayudar al equipo a mejorar su desempeño conjunto y en especial la conexión entre medio campo y ataque.
Ubicada a casi 900 metros de altitud, la ciudad tiene un clima muy distinto del de la mayoría de las sedes en las que Brasil se juega sus opciones de título: en junio y julio, los meses del Mundial, la temperatura promedio oscila entre ocho y 19 grados centígrados.
Es algo muy diferente del calor que enfrentó el equipo el martes, en el empate sin tantos con México en la nororiental Fortaleza, y también frente al clima seco y cálido esperado en Brasilia para el lunes, el día del decisivo duelo con Camerún, que definirá la clasificación a octavos por el grupo A.
El primer entrenamiento para el choque con los africanos en el búnker de Granja Comary, en Teresópolis, se realizó bajo lluvia intensa y una temperatura de 14 grados. Los vientos constantes y la humedad provocaban un sensación térmica mucho más baja.
La temperatura se mantuvo ayer en el mismo nivel -aunque sin lluvia- y para hoy la previsión meteorológica es de más frío.
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