Brasil está sobrevalorada, entre los aficionados, en las casas de apuestas y en la redacción de El País. Si está entre los favoritos es por lo mismo que el Gobierno de Temer, con 8 por ciento de aprobación, no se desmorona: Brasil es demasiado grande como para quedarse fuera, como para caer.
En estos juegos de especulación siempre gana la banca, y si de algo sabe Suiza, que lleva cinco siglos apostando a ganador, es de bancos. Los Neymar y compañía salieron al campo voluntariosos como casi siempre, con el sabor amargo de su despedida en su Mundial vía goleada germana, que acababa de perder con México. En esencia, Brasil no ha cambiado demasiado desde entonces y se supone que la veteranía debería ayudar.
Llegó un golazo de Coutinho y parecía que se acababa la fiesta. ¿Iba a conservar el resultado? El partido se volvió gris y los rojos, irónico atuendo el del combinado suizo, empezó a salir de la madriguera.
Nada tiene que ver este once tatuado a lo marero con la Guardia Papal, un empujón de pícaro (el VAR acabará con el fútbol)le permitió a Zuber ganar la posición y cabecear para empatar el partido.
Y se acabó Suiza y se acabó Brasil. Un 1-1 que deja a Serbia líder del grupo antes de enfrentarse al coco y con todas las opciones abiertas para invertir o guardar la casa. Suiza puede pinchar la burbuja.
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