Dos equipos de enorme arrastre popular rivalizaron
por la última Copa Libertadores de América. Ganó el brasileño, que
tiene una sorprendente y ejemplar historia vinculada a la mismísima
democracia de su país, liderada por el ya legendario Sócrates, figura
estelar de la selección brasileña de los años 80.
Si
el partido de ida jugado en La Bombonera había sido pesado y cansino, el
de vuelta en el Pacaembú de Sao Paulo fue entrecortado, impreciso y
feo, aunque ciertamente intenso y emocionante para los torcedores del
Corinthians, que están celebrando por primera vez en su épica historia,
la obtención de la Copa Libertadores de América.
Boca quiso controlar el juego con iniciativa y siempre con la brújula de
Juan Román Riquelme, pero éste que acaba de despedirse del equipo de
sus amores por sentirse vaciado de motivaciones, cumplidos sus 34 años,
tuvo una actuación plagada de altibajos como ya había sucedido la semana
pasada cuando de un balón robado de sus pies nació la jugada para que
el apenas ingresado Romarinho anotara el 1-1 al filo de la expiración
del tiempo reglamentario.
Corinthians le da al
Brasil, por tercer año consecutivo, el principal trofeo sudamericano de
clubes (Inter y Santos son los anteriores campeones) con el mérito de un
trayecto invicto con un solo gol soportado en puerta propia en
condición de local —siete triunfos y seis empates— y haciendo felices a
los 33 millones de hinchas con los que cuenta y de los que destaca Luiz
Inacio Lula da Silva, expresidente del Brasil y líder histórico del
Partido de los Trabajadores (PT).
Si el Palmeiras es
la escuadra de la clase media, el Sao Paulo la de los “niños bien”, el
Corinthians es el equipo de los obreros —de hecho su estilo de juego
pasa por la laboriosidad y el esfuerzo— y los sectores populares con el
inusual ingrediente que le pone a esta historia su principal héroe,
Emerson, que hizo los dos goles la noche del miércoles y que de la
“brincadeira” de felicidad que ha significado este triunfo está cerca de
ser conducido a prisión por enfrentar cargos por importación ilegal de
autos y lavado de dinero, causa por la que será juzgado en una semana, y
asunto sobre el que existirían escuchas telefónicas que lo comprometen
seriamente y podrían significarle entre 4 y 14 años de reclusión.
Emerson al que todos los seguidores corinthianos alaban por estas horas
y que se pasó todo el partido forcejeando, y amenazándose con el
zaguero xeneize Matías Caruzo, tiene antecedentes delictivos desde los
18 años cuando usaba su nombre original, Márcio Passos de Albuquerque.
Fue su padre quien le propuso cambiarse el nombre y la edad, para
comenzar de nuevo en el mundo del fútbol. Se quitó el último apellido y
se rebajó tres años. Fue convocado por la selección Sub-20, luego de
tener un nuevo paso por inferiores y un debut exitoso. El año 2006, fue
arrestado por la falsificación de sus papeles, en Qatar, donde había
sido contratado por el club Al-Sadd. Supo esconder con astucia el haber
sido convocado a la selección juvenil brasileña, y jugado para la
selección mayor, dos amistosos y un partido de eliminatorias, utilizando
su primer nombre, el real, de modo que no había registros de él en la
FIFA. Tuvo que pagar una fianza de 105 mil reales para no ir a la
cárcel.
Se sabe que los aventureros que caminan al
filo de la legalidad, para finalmente transgredirla, tienen orígenes
sociales frecuentemente vinculados a la marginalidad y a la exclusión, y
será por ello que la presencia de Emerson en el Corinthians encaja
perfectamente en la identidad del club y en su profunda vinculación con
la historia política social reciente del Brasil cuando en el año 1981,
Sócrates y Adilson fueron los cabecillas de “una aventura deportiva,
humana, social y política de una coherencia excepcional. Una aventura
ejemplar, si el deseo es tener jugadores adultos y responsables,
ciudadanos de verdad”. (Revista Al Arco Nº 1, mayo de 2001, Buenos
Aires-Argentina).
¿De qué se trata el asunto? Cuando
Brasil se encontraba sojuzgada por regímenes dictatoriales, desde el
golpe de Estado contra el presidente Joao Gulart (1964), la escena fue
dominada por los generales Castelo Branco, Costa e Silva, Medici, Geisel
y Figueredo hasta mediados de los 80, cuando se mataba y torturaba a
diario y se encarcelaban estudiantes, el jugador Adilson fue preso y
presidía la CBF el almirante Helenio Nunez. Pues bien, fue en ese
contexto que se inició la “Democracia Corinthiana” con denuncias como
esa que señalaba que el 90 por ciento de los futbolistas se encontraba
en condiciones inhumanas y el 70 por ciento percibía menos que el
salario mínimo.
Fue a partir de ahí que Adilson y el
gran Sócrates, recientemente fallecido producto del alcoholismo,
consiguieron, a la manera de un sindicato, que los jugadores recibieran
el 25 por ciento de las recaudaciones, con todos los componentes del
equipo asociados a sus beneficios, incluidos el utilero, el masajista,
los médicos y el chofer. Además, lograron que se les entregara el 20
por ciento de lo percibido por conceptos de esponsorización y derechos
de televisión.
Fue tan revolucionario este movimiento
futbolístico sindical en plena dictadura, que se lograron conquistas
que pasaron por la horizontalización de las relaciones con la
dirigencia, consiguiendo un psicólogo para el grupo que ayudó al cuerpo
técnico a un conocimiento cualitativamente distinto en lo individual y
en lo colectivo. En pocas palabras, democracia en un club de fútbol en
plena dictadura, “donde todo era extremadamente racional y hasta
fascista” según narra el propio Sócrates que había llegado del Botafogo
Ribeirao Preto en 1978, cuando otra dictadura, la de Argentina,
propiciaba y llevaba a cabo la Copa del Mundo.
Tan
gravitante fue este movimiento que el periodista Luiz Fernando Rodrigues
“Peninha” afirma que “a través de un deporte se entiende a un país
social y culturalmente. A través de lo que fue la Democracia Corinthiana
se entiende al Brasil que luchaba contra la opresión”.
Estos son fragmentos de la fascinante historia de este nuevo campeón de
la Libertadores que contribuyó decisivamente a la democratización de
Brasil y hoy tiene en sus filas a un controvertido personaje que de
héroe futbolístico campeón de América puede pasar súbitamente a
delincuente ciudadano de a pie, común y corriente. Por lo hecho en la
cancha y por toda su gran historia, Corinthians se lo merecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario